Beca Aberdeen

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Ashley Wilsonцитує2 місяці тому
Al menos no tendré que irme a vivir un año a Saturno. Viviré en la calle.
Ashley Wilsonцитує2 місяці тому
—¿Has llegado a aceptar su propuesta?

—No lo hemos hablado porque he perdido el conocimiento antes.

—¿Vas a hacerlo?

Trago saliva. Por alguna razón, su pregunta me ha puesto muy nerviosa.

—Claro que no, es una locura.

—La locura sería rechazar a ese tipo. Tiene un Bentley.

—¿Cómo lo sabes?

—Me he hecho un selfi con él en el aparcamiento. Quería que fuera a tu casa para traerte tus cosas, pero le he dicho que eres una chica de las Highlands y que puedes sobrevivir con el culo al aire a menos diez grados.

—¡No te creo!

No sé por qué me horroriza tanto la idea, ya que no es mentira.

Brodie se ríe.

—Te gusta.

—Le he conocido esta mañana.

—¿Qué más necesitas saber? ¿Te he dicho que tiene un Bentley?

—No sabía que eras tan materialista.

—Lassie, mi extensa experiencia en el ámbito de las relaciones me indica que ese tipo moja bragas por donde va, y lo haría aunque fuera tan pobre como mi Lucy. Estaba tan preocupado por ti que te ha traído a un hospital privado, es detallista, está forrado y quiere darte duro contra el asiento de cuero de su cochazo… ¿Qué dios supera eso?

Abro la boca sin saber bien qué responder y un tanto desconcertada ante las mariposas que empiezan a revolotear en mi estómago con la imagen que ha planteado Brodie.

—Bueno, yo puedo superarlo, pero ya te rechacé educadamente cuando nos conocimos.

—Ya se me ha pasado la decepción —bromeo distraída.

—Me alegro. —Me planta un beso en la frente y por un instante me imagino cómo sería recibir un beso así del señor Thompson. Christopher.

Sacudo la cabeza intentando apartar la fantasía, o, más bien, la extraña sensación que ha provocado en mi cuerpo.

—¿Qué ponen de comer en un sitio así? —Brodie se frota la barriga y pulsa el botón para llamar a enfermería.

—No hagas eso, van a enfadarse si llamamos para nada.

—No creo, esto es como un hotel —argumenta él despreocupado.
Ashley Wilsonцитує2 місяці тому
—Podría haberle pasado algo grave hoy, señorita Abernathy —precisa la doctora cuando pregunto si ya puedo marcharme—. ¿Quién es su endocrino?

—No tengo uno —suelto antes de darme cuenta que era mejor no haberle proporcionado ese detalle—. Bueno, está el señor McGregor, quien me atiende desde que empecé con todo esto.

—¿Señor McGregor? ¿En qué clínica trabaja?

—En mi pueblo, en Glasgow.

La doctora abre la boca incrédula.

—Señorita Abernathy, necesita un especialista al que pueda visitar con regularidad. Puedo recomendarle varios profesionales de renombre.

—Claro, empezaré a vender cocaína para pagarlo.
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