El hecho de ser las conductas del adolescente el origen de la demanda, hace que los padres lleguen a la terapia, en muchas ocasiones, expresando que “nuestro hijo es el problema”. La posición de Paciente Identificado (PI) en que el adolescente se encuentra, dificulta frecuentemente su libre participación en el proceso terapéutico. Al menos en la fase inicial, participar y colaborar voluntariamente en la terapia implicaría aceptar ese rol. En contrapartida, la formulación del problema por parte del adolescente, pasa habitualmente por su rechazo a reconocerlo “no hay ningún problema”, o por el contraataque “mis padres son el problema”.