Se concentró nuevamente en las decenas de extraños que lo contemplaban. Sabía que tenía aspecto de estar aturdido, pues se sentía como si lo hubieran drogado. Un chico alto, de pelo rubio y mandíbula cuadrada se acercó a él con rostro inexpresivo y lo olió. Otro, bajo y regordete, se movía nerviosamente, mirándolo con los ojos muy abiertos. Un muchacho de aspecto asiático, fornido y musculoso, se cruzó de brazos mientras lo examinaba, con la camiseta arremangada para mostrar sus bíceps. Otro, de piel oscura, el mismo que le había dado la bienvenida, frunció el entrecejo