Lo que jode encontrarte un calcetín desparejado

Y es que, tanto en la vida como en las ventanillas de los trenes, a veces lo de fuera tiene que estar muy negro para que uno se vea a sí mismo.

Siete minutos, cuatro likes y dos comentarios después por fin llegó la notificación que estaba esperando: «Gloria Cáceres ha comentado tu publicación». Andrés respiró con el diafragma varias veces para alejar el fantasma de la taquicardia y después se dispuso a leer. El comentario de su expareja decía: «Flipo con tu cambio, ¡a por ello! Besos».

Raúl asintió mientras terminaba de masticar. Lo hacía enérgicamente, demostrándoles a los granitos de arroz que no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir.

Veinticinco años antes, eran tres niños los que estaban sentados en esas mismas sillas. Veinticinco segundos después, llegó Juani con una fuente de arroz de pescado y la puso en medio de la mesa.

Hay parejas que son como una cuchara y un tenedor: si los separas, siguen teniendo utilidad. Otras, en cambio, son como un par de calcetines; si se pierde la pareja, el que queda deja de tener sentido. En el mejor de los casos, acaba inútil en un cajón, soñando con la milagrosa aparición del otro para volver a ser algo. En el peor, termina en la basura rodeado de mondas de mandarina. Todos sabemos lo que jode encontrarte un calcetín desparejado. Pues más aún serlo.

interrogatorio es un tipo de diálogo durísimo, sólo comparable al necesario para darse de baja de una compañía telefónica. En ambos casos tienes enfrente a una persona insistente y desconfiada que te pone todas las trabas y trampas posibles.

Pedaleó tan rápido como un ciclista profesional y tan drogado como un ciclista profesional.