Bib era pequeño y flaco, había tenido varias enfermedades, había estado dos veces a punto de morir, no tenía aún fuerzas para levantar una lanza, pero ya sabía que el miedo habita en los hombres y no en las cosas, ni siquiera en los palacios derruidos. Él no sabía, claro está, que esas construcciones imponentes todavía a pesar del fuego, la locura y el tiempo, eran palacios.