Victoria Camps

  • Sergio Castroцитує16 годин тому
    La filosofía, la literatura, el arte, la música, tienen la virtualidad de dejarnos perplejos, de sembrar el desconcierto allí donde todo parecía claro, de estimular la curiosidad hacia lo desconocido, de dar valor a las expresiones ajenas.
  • Sergio Castroцитує16 годин тому
    La duda sirve para eliminar prejuicios, supuestos no fundados, creencias no examinadas, y no es en absoluto contradictoria con la búsqueda de una supuesta verdad.
  • Sergio Castroцитує16 годин тому
    Hay una diferencia entre la duda de Montaigne y la cartesiana que no es despreciable. A diferencia de Descartes, que buscaba una verdad científica, a Montaigne solo le preocupa su verdad, la que puede encontrar en su interior, a través del autoanálisis, sin pretensiones de convertirla en verdad universal ni de extenderla a nadie que no sea él mismo. Las dudas y el escepticismo le conducen a la práctica del autoconocimiento, el ejercicio que considera más saludable para él y para los demás.
  • Sergio Castroцитує16 годин тому
    La diferencia que convierte a Montaigne en un pensador más cercano a nosotros que Descartes es la desconfianza en el poder del intelecto o de la razón para encontrar una verdad que está ahí, esperando ser descubierta por mentes excelsas que han puesto su vida al servicio de esa tarea sublime. Montaigne no parece querer ir tan lejos, su tarea es más modesta. Parte de la contradicción que caracteriza al ser humano. En las descripciones que hace de pueblos sencillos, como el de los tupinambás, habitantes de la llamada Francia Antártica (el actual Brasil), se complace en señalar lo deseable de unas formas de vida donde falta todo lo que la arrogancia europea da por supuesto y necesario. «Cada cual llama “barbarie” a aquello a lo que no está acostumbrado.» Estamos acostumbrados a verlo todo desde la propia perspectiva, y solo desde ella, a valorar lo nuestro y despreciar o ignorar todo lo que nos es ajeno. Así es imposible apreciar las ventajas de otros lugares que en nada se parecen a los ideados por filósofos como, por ejemplo, Platón, al que habría que explicarle bien lo positivo de vivir en naciones como la de los tupinambás.
  • Sergio Castroцитує16 годин тому
    Su análisis tiene otros objetivos, no tiene otra ambición que la de establecer comparaciones y contrastes entre formas de vida existentes y dispares. Porque el contraste relativiza las creencias, pone de relieve la pequeñez y debilidad de lo que se tomaba por grande y fuerte. La verdad de Montaigne no es «el ser», sino «el tránsito», el tránsito de lo antiguo a lo nuevo, de lo lejano a lo cercano, de lo conocido a lo desconocido, como ejercicio de puesta en cuestión, de epojé, suspensión del juicio, con el fin de mostrar que lo que parecía indiscutible es más infirme de lo que creíamos.
  • Sergio Castroцитує15 годин тому
    Pero el desconcierto y la desorientación no gustan, cuesta resignarse a la perplejidad. Por eso atraen más las respuestas que las preguntas, aun cuando aquéllas sean simples y chapuceras.
  • Sergio Castroцитує15 годин тому
    Me he referido en otra ocasión a la ética de nuestro tiempo como una «ética sin atributos», robándole el título a la famosa novela de Robert Musil.7 Desde Kant, nuestra ética se fundamenta en la autonomía del sujeto como ser racional, un sujeto al que se supone la capacidad de decidir por sí mismo qué debe hacer si se toma la molestia de reprimir los impulsos y guiarse por la razón. La nuestra no es una ética católica, islámica o evangélica, ni tampoco una antiética nietzscheana. Lo que nos une es una jerarquía de valores y principios, que pretendemos universales, y que, por lo mismo, son abstractos y laicos; no han sido decretados por ninguna fe concreta, los hemos abrazado porque pensamos que deben sostenerse como tales. Esa ética sin atributos desasosiega y desconcierta, ofrece pocas seguridades y muchas incógnitas, nos hace más responsables porque también nos reconoce como más libres. Es la antítesis de la máxima evangélica «la verdad os hará libres», porque la verdad no es patrimonio de nadie y, en todo caso, si existe alguna verdad, ésta siempre tiene una formulación muy poco precisa, abierta a más de una interpretación. Basta releer las «verdades que consideramos autoevidentes» que encabezan la Constitución de Estados Unidos de 1776: «Que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.» Eliminada la alusión al «Creador» como un vestigio de otros tiempos, ¿qué hacemos con los derechos inalienables, hoy ampliamente reconocidos?, ¿cómo hay que interpretarlos?, ¿a qué obligan?, ¿no es cínico seguirlos proclamando ante una crisis como la de los refugiados?

    7 Victoria Camps, El declive de la ciudadanía, PPC, Madrid, 2010.
  • Sergio Castroцитує15 годин тому
    La indeterminación en cuanto a lo que hay que creer y lo que hay que hacer es un terreno propicio a la filosofía, pero no al individuo corriente que anhela seguridades. Por eso prosperan los libros de autoayuda, en detrimento de los ensayos filosóficos. La apatía o indiferencia moral, propias de esa posmodernidad débil y líquida, chocan hoy con el fanatismo de los que no toleran vivir en la incertidumbre y buscan desesperadamente verdades a las que atenerse.
  • Bianca Beltránцитує9 місяців тому
    el motor de la reflexión es la conciencia de la propia ignorancia, el autoanálisis se convertirá en el principio de la sabiduría y la duda en el hábitat normal de la condición humana.
  • Bianca Beltránцитує9 місяців тому
    la verdad es una cosa tan grande que no podemos desdeñar intermediario alguno que pueda conducirnos hasta ella.»
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