Este parecía ser el final de la historia, y también fue por un momento el final de la novela: la taza de té amargo tenía algo de definitivo. Luego, aunque seguía siendo el final de la historia, lo puse al principio de la novela, como si necesitara contar primero el final antes de contar el resto. Hubiera sido más sencillo empezar por el principio, pero el principio significaba poco sin lo que venía a continuación, y poco significaba lo que venía a continuación sin el final. Quizá me negaba a elegir un punto desde donde comenzar, o quería contar al mismo tiempo toda la historia y todas sus partes. Como dice Vincent, lo que quiero supera muchas veces lo posible.