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Maya Angelou

  • Daniela Belloцитує2 роки тому
    «Cuando te ves abandonado de la fortuna y desacreditado ante los hombres».
  • Daniela Belloцитує2 роки тому
    Me gustaría creer que mi deseo de piñas era tan sagrado, que no se me habría ocurrido robar una lata
  • Daniela Belloцитуєторік
    Mi hermanito negro era mi Reino de Dios en la Tierra.
  • Mayeцитуєминулого місяця
    Personas eran quienes vivían en mi sector de la ciudad. No todos me gustaban —⁠de hecho, ninguno de ellos demasiado⁠—, pero eran personas. A esos otros, los extraños seres pálidos que vivían en su ajeno sinvivir, no se los consideraba personas. Eran blancos.
  • Beth Luriiaцитуєучора
    La tragedia de la invalidez parece tan injusta a los niños, que se sienten violentos ante ella y, recién salidos como están del molde de la naturaleza, comprenden que se han librado por poco de ser otra de sus bromas.
  • Beth Luriiaцитуєучора
    La tragedia de la invalidez parece tan injusta a los niños, que se sienten violentos ante ella y, recién salidos como están del molde de la naturaleza, comprenden que se han librado por poco de ser otra de sus bromas.
  • Beth Luriiaцитуєучора
    De todas las necesidades (ninguna imaginaria) que tiene un niño solitario, la única que se debe satisfacer, para que haya esperanza, esperanza de integridad, es la infalible necesidad de un Dios inconmovible. Mi hermanito negro era mi Reino de Dios en la Tierra.
  • Silvia Arenasцитуєучора
    Iba a parecer una de esas lindas niñas blancas que eran el ideal de todo el mundo, el sueño de un mundo como Dios manda. Delicadamente apoyado en la negra máquina de coser Singer, parecía mágico y, cuando me lo vieran puesto, vendrían corriendo a decirme: «Marguerite (algunos “querida Marguerite”), perdónanos, por favor; no sabíamos quién eras», y yo respondería generosa: «No, no podíais saberlo. Desde luego, os perdono».
  • Silvia Arenasцитуєучора
    Menuda sorpresa se llevarían el día en que despertara de mi feo sueño negro y mi pelo de verdad, largo y rubio, ocupase el lugar de la crespa maraña que la Yaya no me dejaba alisar! Mis claros ojos azules iban a hipnotizarlos, después de todo lo que habían dicho —⁠que si mi «papá debía de haber sido chino» (creía que querían decir hecho de porcelana china, como una taza) y demás⁠—, porque tenía ojos muy pequeños y estrábicos. Entonces entenderían por qué no se me había pegado nunca el acento del Sur ni hablaba la jerga común y por qué habían de forzarme para que comiese coles y morro de cerdo: porque era, en realidad, blanca y una cruel madrastra duende, celosa, lógicamente, de mi belleza, me había convertido en una chica negra fuertota, de crespo pelo negro y pies grandes y con un hueco entre los dientes por el que habría cabido un lápiz del número 2.
  • Silvia Arenasцитуєучора
    Si bien el proceso de desarrollo de una muchacha sureña negra es doloroso, la sensación de estar fuera de lugar es como el óxido de la navaja que amenaza con cortarte el cuello.

    Es un insulto innecesario.
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