Joana Marcús Sastre

Agnes disimulaba menos y, directamente, la miraba con desagrado.

—Igual tú eres el idiota al pensar que Jack no podría darse cuenta de eso por sí solo —murmuré.

¿Qué era? ¿Una broma de mal gusto?

Sonreí cuando se acercó a mí.

Mi madre se enteró y se enfadó tanto que se plantó en la academia, la insultó y terminó tirándole café a la cara.

Vale, ya no solo era ella la que me encantaba. También era su familia.

Sin embargo, algo me llamó la atención cuando me alejé del mostrador. Y ese algo era la chica que estaba hablando ahora con Chrissy.

Saqué la llave del bolsillo y la metí en la cerradura, pero algo me impidió abrir la puerta. Me detuve con el ceño fruncido y me mordí el interior de la mejilla, pensativo. No podía hacer nada con ella. Por todo lo dicho y, también, porque Naya iba a matarme si se enteraba.

Pero... hablar inocentemente con la chica no haría daño a nadie, ¿no?

—Puedes esperar un momento a que termine de hacerle la presentación individual a Jennifer y luego ella te abrirá la puerta. Si no hay ningún problema, claro.

Te quiero, Chrissy.

¿Jennifer? Mhm...

¿Esa inocente alma iba a ser la compañera de Naya? Pobrecita. No tenía ni idea de lo que se le venía encima.

Ella me seguía mirando y me di el lujo a mí mismo de hacer lo mismo. Tenía una cara bonita; nariz pequeña, ojos castaños, labios rosados y piel pálida. Apartó la mirada al instante en que se chocó con la mía y estuve a punto de sonreír cuando me dio un repaso, pero me contuve.

Dios, me encantó incluso su voz.