erto. Pero sorprendentemente no odio la idea, siempre y cuando fuera Frankie. Estoy extrañamente decepcionado de escuchar que me ha mantenido tan puro.
—¿Me verás ahora? —Mi voz es pura grava. Joder, la quiero. Todavía me estoy agarrando, apretando y frotando, pero no es suficiente así, silenciado por la tela—. Voy a hacerlo y pensar en ti. ¿Quieres ver eso?
Su silencio pesa sobre mí hasta que creo que podría asfixiarme. —Frankie.
—Sí. —susurra—. Voy a mirar.
Joder.
—Tócate a ti misma. —le digo, quitándome el cinturón. Quiero que esta ropa se quite en este segundo. Cada parte de mí se sobrecalienta repentinamente, demasiado sensible a cada toque de tela.
—Eso no es mirar. —dice Frankie, pero después de un momento escucho la captura en su aliento. Sé que lo está haciendo.
¿Dónde está? ¿En un dormitorio de invitados? ¿Hacinada en una esquina en una cama de aire? ¿Sentada en una mesa de cocina, con las piernas reunidas en su silla?
—¿Dónde estás? —Necesito saberlo—. Describe la habitación. Establece la escena. —Mi cinturón se desliza libremente, y luego me estoy bajando los pantalones mientras ella me dice en tono forzado sobre un sofá, una sala de estar oscura, las estrellas brillando a través de las puertas de vidrio del balcón, y su camiseta de gran tamaño y bragas de algodón blanco. Su cabello oscuro recogido en un moño desordenado.
Mi bóxer también se va. Pateo todo y luego me arrastro a la cama sin hacer de Frankie, cayendo sobre mi espalda y mirando hacia el techo con el teléfono presionado contra mi oído.
Las sábanas huelen a ella. Como el jabón, la pimienta negra y las hojas verdes, y el aroma muy tenue del sudor. Gimo, arrebatando una almohada y aplastándola en la cara. La respiro profundamente, mis caderas se balancean contra el aire.
—Hueles tan jodidamente bien, cariño. Quiero frotarte por todas partes.
Frankie se ahoga con una carcajada. —Te ves loco, Luca.
—No me importa. —Tiro la almohada y luego tomo mi polla en la mano, extendiendo una gota de presemen sobre la cabeza con el pulgar—. Sé cómo hueles antes de saber cómo te ves. Eso es una locura.
Ella tararea de acuerdo, pero no puede ocultar la forma en que sus respiraciones están llegando más rápido. Hay más tela crujiendo en el teléfono.
—¿Lo estás haciendo? —Pregunto. Suena duro, pero no puedo evitarlo. Necesito jodidos detalles. Nunca he necesitado algo tan mal en mi vida que saberlo—. ¿Qué estás haciendo? ¿Estás acariciando tu pequeño clítoris? ¿Te estás follando con los dedos?
Frankie gime, el sonido es irregular. —Sí. Mierda. Sí, ambas cosas.
—Bien. —Estoy mareado, y debe ser toda la sangre en mi polla. Nunca he estado tan duro. Es