Un día hermoso ya no es un día de luz, sino de viento sobre la piel, en los oídos y en las narices, porque el viento, que lleva polvo, sonidos y olores, cuenta lo que ha ido recogiendo a lo largo de su viaje. Para mí, las cosas y las personas no son, suceden. La física del siglo XX lo confirma: la realidad es un tejido de historias en movimiento y vivir es aprender a escuchar, porque las cosas y las personas solo se revelan cuando les das el tiempo que necesitan para contarse, el tiempo necesario para desnudarse sin sentir vergüenza.