Karine Bernal Lobo

—Somos mujeres, no tu maldita entretención de una noche. Antes de tocar a una, ten presente que responderemos todas.

—Suena a obsesión —declaro en broma.

—Claro que no. Suena a ganas de verla.

Me permitiría una indiscreción? —cuestiona mientras andamos, y asiento—. ¿Puedo saber cuándo fue su última relación?

—¿Le resultaría inconcebible si le dijera que nunca he estado en una?

—Curioso, aunque no imposible.

Bueno, todo había estado muy calmado para ser un día de mi vida. ¿Por qué tuvo que decir eso?

—Le ruego que no intente huir de mí, y si quiere hablar de algo más, hágamelo saber, que mi intención nunca será incomodarla.

—No quiero juzgarlo…

—Si dice pero ya lo está haciendo —se adelanta, interrumpiéndome.

—Entonces lo sustituiré por sin embargo.

Es decir que no podré luchar contra algo que me parece injusto?

—Puedes hacerlo a través de mí, estaré encantado de luchar por ti.

Es decir que no podré luchar contra algo que me parece injusto?

—Puedes hacerlo a través de mí, estaré encantado de luchar por ti.

—¿Hasta qué punto?

—El que decidas. Estoy dispuesto a meterme en todo tipo de problemas.

Yo no tuve una hija para que alguien más se creyera con derecho a tocarla sin su consentimiento —reclama iracundo, haciendo que las venas en su cuello salten debido al esfuerzo de su garganta.