mientras la luz tenue y temblorosa del fuego empujaba las sombras hacia los rincones
Jeroaméцитує2 місяці тому
—Qué silencio —dijo él, y por primera vez bajó la voz—. Escucha. A veces, desde esta casa se oye el mar. Esta noche solo se oye el viento.
Yaneli Castellanos Gutiérrezцитує2 місяці тому
la casa pronto la llenó de un júbilo tan grande que cerró los ojos en un intento por atrapar esa felicidad, por impedir que el momento pasara.
Yaneli Castellanos Gutiérrezцитує2 місяці тому
Cruzaron miradas fugaces. Una vez más, se había dicho algo que los incluía en un futuro común.
Dianela Villicaña Denaцитує6 місяців тому
La niña se quedó inmóvil en el centro de la habitación. Esperó en la oscuridad casi total mientras la luz tenue y temblorosa del fuego empujaba las sombras hacia los rincones. Esperó. Pronto llegaría el momento que durante tantos días había aguardado
Dianela Villicaña Denaцитує6 місяців тому
la encimera de la cocina la niña abrió una caja de cartón y, con mucho cuidado, usando ambas manos, extrajo una pequeña tarta recubierta de glaseado amarillo pálido y la colocó en una fuente. Aunque se manchó las manos con el polvo de azúcar, no se chupó los dedos. Se limpió con papel de cocina. Fue colocando trece velitas amarillas en la superficie reluciente y satinada de la tarta, bien erguidas y en círculo. El resto de las velas lo devolvió al cajón
Dianela Villicaña Denaцитує6 місяців тому
Estaba descalza sobre el suave suelo de roble. Sí, estaba satisfecha. Tenía un aspecto muy similar al de aquellas vírgenes tan solemnes de la mitología, una sacerdotisa depositando una ofrenda en un altar
Dianela Villicaña Denaцитує6 місяців тому
En aquel momento la niña ya era consciente de que a su padre lo cegaba el amor hacia ella; no la había convencido. Ni siquiera entonces. Tenía los ojos pequeños. En lugar de ojos pequeños y verdes, aunque ahora destellaran indómitos y estuvieran henchidos de luz, habría preferido unos ojos grandes, enormes, gigantescos
Dianela Villicaña Denaцитує6 місяців тому
El glorioso sonido envolvió a la niña e hizo que su corazón y la música palpitaran al unísono. Subió el volumen y la música cobró mayor presencia aún. Nadie iba a llamar por teléfono ni aporrear la puerta para quejarse del ruido. El vecino más cercano vivía a un cuarto de milla, en el mismo camino cubierto de hojas muertas
Dianela Villicaña Denaцитує6 місяців тому
Avisa a tu padre», había dicho el hombre, colándose con su brillante calabaza en la casa. «Avisa a tu padre», había dicho, como si no necesitara pedirle permiso a ella para entrar, como si no fuera la casa de la niña, solo la de su padre
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