Stef León

La seguí, por supuesto; estaba tan enamorada de ella que un océano vacío no hubiera bastado para decepcionarme.

seguí, por supuesto; estaba tan enamorada de ella que un océano vacío no hubiera bastado para decepcionarme.

Yo era una tonta y seguía deseando correr a sus brazos.

«pero también es valiente darle la espalda a las cosas que sabemos que van a lastimarnos. Es valiente dejarlas atrás y olvidarlas, porque eso de darle una y mil vueltas solo genera dolor».

«No sé qué composición tendrán nuestras almas, pero sea lo que sea, la suya es igual a la mía».

Me quieres — estás segura —

No temo equivocarme

No me despertaré engañada

Una complaciente mañana

y descubriré que el Sol se ha ido

¡que los Campos — están desolados

y que mi Amor — se ha marchado!

No debo inquietarme —estás segura.

Nunca llegará la noche

En la que, asustada, corra a tu casa

Y encuentre las ventanas oscuras

Y mi Amor se haya ido —dime

¿Nunca llegará?

Claro que estás segura —sabes

Que lo soportaré mejor ahora

Si me lo dices así

Que si —cuando la Herida

haya sanado

¡Me hieres —otra vez!

EMILY DICKINSON, Poema 156

—¿Sí? ¿Como cuáles?

—Tú sabes cuáles —dijo, evasiva.

—Podrías refrescarme la memoria.

Desde antes. Cuando te vi en esa ventana, cuando me llamaste en esa lengua extraña… Te odié. Tu mirada… Lo que me provocó tu mirada… Yza, te odié y te quise desde entonces. Me has revuelto la cabeza de una manera que no te imaginas.

—Lo imagino. Me pasa lo mismo.

Tanto te gusta? —murmuró contra mi boca.

Decir que me encantaba era poco.

—Tu arrogancia ha vuelto —suspiré.

—¿Se marchó alguna vez?

Todo, Emma, todo».

—¿Podremos besarnos más? —articulé.

Estalló en carcajadas melódicas.

—¿Es lo único que ha capturado tu interés?