Sin embargo, en Ali había una vulnerabilidad evidente que despertaba en mí aquel deseo inusual de protegerla de todo y contra todos.
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Y, lo más importante: me inspiraba. Hacía rato que sentía el familiar cosquilleo en las yemas de los dedos. Desde que había conocido a Ali no había parado de escribir
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Me gustaba esa familia algo peculiar con la que compartía tantas horas del día, pero, sin duda, mi favorita era Ali.
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Me había enamorado de Ali como un gilipollas.
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Había una hondura en los preciosos iris castaños que no supe descifrar; lo único que sabía era que no me habría importado zambullirme de cabeza en aquellas aguas profundas y desaparecer para siempre.
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prefería mil veces esa cólera que la apatía anterior. «Esta sí es mi Ali».
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—¡Porque estoy enamorado de ti! —confesó eufórico a la noche desierta.
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—¡Eso está olvidado, Ali! ¡Soy un hombre nuevo! ¡Soy un hombre que jamás volverá a mirar a otra que no seas tú! ¡Porque no hay ninguna como tú! ¡Porque tú eres mi sol, mi luna y mis estrellas! ¡Mi muñequita preciosa!
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La soledad era muy dura.
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era yo el que me había convertido en su esclavo. Era incapaz de negarle nada: Ali podía hacer conmigo lo que se le antojara.
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