José Luis Navarro García

  • Nasimцитує2 роки тому
    as, seis o siete tribus nómadas y un buen pedazo de desierto. La nueva corte, culta y elegante, la había ido formando poco a poco el príncipe Walid. Su habilidad política había logr
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    florido; el rey Huyr nunca había sido poeta, ni siquiera elocuente como su hijo. Kinda era un reino pequeño, compuesto únicamente por una ciudad, tres o cuatro aldeas, seis o siete tribus nómadas y un buen pedazo de desierto. La nueva corte, culta y elegante, la había ido formando poco a poco el príncipe Walid. Su habilidad política había logrado que los mercaderes caravaneros que venían de Oriente pasasen más a menudo por Kinda; sus esfuerzos diplomáticos habían hecho de aquel reino algo más que el conglomerado

    SEXO A

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    ambicionas ese honor –interrumpió el soberano–. Y está bien que busques dejar bien alto el nombre de tu estirpe. Ese deseo
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    Casi inmediatamente, Walid vio cómo el acero descendía sobre él hasta clavarse en su pecho con un golpe certero, sintió un furioso y profundo dolor y notó que su fuerza vital se escapaba de su cuerpo, gota a gota. Mientras caía sobre la arena aferrándose la herida sangrante del pecho con sus manos desnudas, toda su existencia pasó ante sus ojos como si volviese a vivirla. Volvió a ver el palacio donde había nacido y pasado su infancia, un palacio de altas murallas en Dhat Kahal, la ciudad de las siete torres, un pequeño enclave verde en medio de un desierto que parecía infinito; un palacio en el que se había forjado su gloria, su leyenda y su desgracia...
  • janetrojasvцитуєторік
    yo...
    —Sé muy bien que ambicionas
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