Los humanos, como todas las especies, dependen para su supervivencia de las funciones de soporte vital de los ecosistemas, incluyendo su capacidad para mantener el flujo de materias primas renovables necesarias para la producción económica y su capacidad de absorber residuos.
Una economía de estado estacionario debe cumplir cinco reglas. Primera, la extracción de recursos renovables no puede exceder las tasas de regeneración sin que finalmente las existencias de tales recursos se reduzcan a cero. Segunda, la emisión de residuos no puede exceder la capacidad de absorción de los mismos, pues de lo contrario su acumulación y el daño que provocan se incrementarán continuamente. Tercera, con las tecnologías actuales probablemente sería imposible satisfacer las necesidades básicas de las poblaciones actuales sin contar con ciertos recursos no renovables, como los combustibles fósiles. Por lo tanto, el ritmo al que la sociedad consume estos recursos no puede ser mayor que el ritmo al que se desarrollan los sustitutos renovables. Cuarta, ni la extracción de recursos ni la emisión de residuos pueden poner en riesgo las funciones ecosistémicas esenciales para la supervivencia humana. Finalmente, las poblaciones humanas deben ser estables. La forma más obvia de alcanzar las primeras cuatro metas es establecer límites obligatorios a la producción. Cómo lograr estabilizar la población humana es un tema más controvertido