A una no le dicen que se pueden elegir cosas que no sean pequeñas. No le dicen que las piedras pequeñas se pierden. Se escapan por el agujero de un bolsillo. Ni que si se pierden ya no se puede elegir otra, que piedra perdida, perdida está. Tira el corazón también aquí, en medio del camino, entre el barro y las zarzas. Tira la alegría. Tira el alma y los abrazos, los besos y la cama de matrimonio. A la fuerza, a la fuerza. Y ahora levántate y mira esta mañana tan delgada y tan azul. Y baja a la cocina, métete la comida en la boca y después métela en la boca de los niños, y luego en la boca del viejo, y luego en la boca de las vacas y de los terneros, en la de la cerda, en la de las gallinas y en la de la perra. A la fuerza, a la fuerza. Hasta que se olvida una de todo, con tanta fuerza bruta.