Solo porque yo hubiera aprendido a cuidarme sola no quería decir que no siguiera sintiendo cómo se instalaba el pánico cada vez que me dejaba así: sola, sin tener ni idea de cuándo volvería… o de si volvería.
Quería conocer otros lugares, otra gente. Otra yo. Quería dejarlo atrás todo y a todos.
No hacía falta que lo hiciera. Ya sabía la respuesta: lo que iba a hacer era lo mismo que llevaba haciendo toda mi vida. Di media vuelta y lo hice: puse un pie delante del otro. No había cambiado nada, salvo el color del camino.
¿Por qué no podía haberme visto arrastrada a un reino imaginario donde no hubiera ningún problema, donde simplemente pudiera poner las piernas en alto y disfrutar de unas vacaciones relajantes?
A veces tienes que confiar en el instinto de tu rata.
Aunque, claro, no estaba en una posición que me permitiera ayudar «a nadie» ahora mismo. La verdad era que no me hubiera ido nada mal que me ayudaran a mí.
Ahora estaba claro: no tenía nada, a nadie más que a mí misma. Sucediera lo que sucediera, así sería siempre.
«A veces solo el dolor puede curar»,
—Muy sencillo. Vas a matarla —dijo mirándome fijamente—. Dorothy debe morir.
Necesitas hacerte con ella y decirle qué hacer. No es más que una energía inestable. La magia siempre quiere ser algo diferente de lo que ya es. Quiere cambiar. Eso es lo que la hace mágica.
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