Quizá la única manera de explicar su clarividencia, su inventiva y sus proezas intelectuales sea admitiendo que ciertas sustancias de origen vegetal sirvieron de combustible a su raciocinio, desataron sus dotes creativas y proporcionaron alas a su mente. Así se explica que se aventuraran a pensar más allá de sí mismos y a expresar lo que nunca fue dicho por nadie. La “idea” platónica, la “sustancia” aristotélica, el “genio maligno” cartesiano, el “noúmeno” kantiano, la “voluntad de poder” nietzscheana y un sinfín de conceptos por el estilo, que sería muy prolijo enumerar aquí, parecerían puros desvaríos si no fueran también hallazgos decisivos.