Las primeras tentativas de cosechar cereales silvestres debieron de resultar frustrantes, como poco. Había que recolectar las mazorcas en el momento justo de maduración o, de lo contrario, estallaban, dispersando sus granos y dejando únicamente un tronco incomible. Seguramente, los pioneros de las cosechas instalaron campamentos provisionales cerca de los campos con el fin de asegurarse de que estaban allí en el momento crítico; una práctica que con el transcurso de los milenios llevó al establecimiento de aldeas asentadas, como las que había en Palestina en torno al año 10000 a. C. Estas primeras aldeas, compuestas por grupos de chozas circulares con paredes de piedra, sugieren que la vida en ellas aunaba la caza y el pastoreo con la recolección intensiva de cereales silvestres, que se procesarían esforzadamente separando el grano de la paja, trillándolos y moliéndolos con piedras para realizar el primer intento de la historia de elaborar pan o, en todo caso, pasta de cereales amasada.
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