Actuar para huir de cualquier posible percepción de la fragilidad es un mecanismo cada vez más utilizado por los jóvenes, y no tan jóvenes, a quienes el mercado les exige emprender, desplazarse, elaborar currículums variados, no detenerse nunca; la inmovilidad es para ellos sinónimo de angustia, y la pasividad un encuentro con la inhabitable habitación de Pascal en la que el hombre solo se encuentra con un vacío de identidad que es imposible de soportar.