Patricia González López

la tormenta también parece amable
ante tus últimas palabras

Veo en el río el hombro donde deshacerme;

la lluvia espesa me lava la culpa que
pegaste a mi nombre

Los mocos hacen su propio camino,
un bastón al piso
una sopa en mis manos.

¿Cómo fue posible que habiendo dormido
penetrados tantas noches
te hayas convertido
de pronto
en este extranjero?

Me descubro acurrucada en un rincón,
trato de reptar hasta el medio,
¿cómo encontrar mi lugar en el mundo
si no tomo el centro en mi cama?

Quiero salvar el mundo,
pero no me alcanzan dos manos
para contener la infamia

Fui cómplice
del moretón al respeto
me denuncio
por dejarme raspar.

Nuestros besos se superan
viendo el lugar donde nacieron
sin querer más de eso:
tus manos a mi cara
los labios urgentes
las lenguas elegantes.
Abrir la campera para entrar
al corazón de tu suéter de lana,
calentarme una mejilla en tu pecho,
buscar tu olor escondido.

mientras me aplastabas contra la almohada
hasta el último intento
de mentirme
que me querías.