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Thomas More

  • Naomi Soteloцитуєторік
    Tan firmemente estoy persuadido de que si no se suprime de raíz la propiedad no se pueden distribuir los bienes según un criterio ecuánime y justo ni administrar fructuosamente los asuntos de los mortales
  • Naomi Soteloцитуєторік
    iertamente, ha navegado, mas no como Palinuro[7] sino como Ulises o, mejor aún, como Platón[8]. Pues este Rafael[9], que así es el nombre gentilicio de Hythlodaeo[10], no desconoce el latín y conoce muy bien el griego (lengua que estudió más que la romana por haberse dado de lleno a la filosofía, sobre la cual no sabía que hubiera quedado algún escrito importante en latín, si se quitan algunas cosas de Séneca y Cicerón[11]. Dejado a sus hermanos el patrimonio que poseía en su tierra (es portugués), llevado por su afición de conocer el mundo, se unió a Amerigo Vespucci, siendo su compañero inseparable en las tres postreras travesías de las cuatro famosas que ya andan por ahí escritas en libros
  • Naomi Soteloцитуєторік
    A quien no tiene tumba el cielo le cubre y Todos los caminos distan lo mismo del cielo
  • Naomi Soteloцитуєторік
    Sería largo de exponer todo lo que nos contó sobre lo que había visto en cada uno de aquellos lugares, ni es ello el propósito de este libro; lo diremos quizá en otro sitio, particularmente algunas cosas que sería bueno no ignorar, como son, en primera instancia, determinadas providencias atinadas y prudentes que pudo observar en ciertos pueblos civilizados
  • Naomi Soteloцитуєторік
    si hay lugar en que no los tropieces, ciudadanos, en cambio, bien e inteligentemente organizados no los encuentras por todas partes.
  • Naomi Soteloцитуєторік
    —Es claro –dije yo entonces– que tú, mi querido Rafael, no ambicionas ni riqueza ni poder. En verdad, a un hombre de tus miras no lo venero y estimo yo menos que al más poderoso de todos los hombres. Mas estoy plenamente persuadido de que cumplirías una obra digna de ti y de este espíritu tuyo tan generoso, una obra verdaderamente digna de un filósofo, si te decidieras a poner tu ingenio y tu industria al servicio de los asuntos públicos, aunque ello te suponga algún detrimento personal. Y nunca harías esto con tanto provecho como siendo consejero de algún príncipe al que dieras nobles y honrados avisos (como estoy seguro de que harías). Es del príncipe, en efecto, de quien, como de un hontanar perenne, fluye al pueblo entero el caudal de todos los bienes y males. Y tú tienes una ciencia tan absoluta que, aun sin una experiencia muy consumada, resultarías un excelente consejero para cualquier príncipe, y una pericia tal que lo serías también sin ciencia alguna.
  • Naomi Soteloцитуєторік
    y su empeño por adquirir nuevos reinos por los métodos que sean, lícitos o ilícitos, es mayor con mucho que el de administrar bien los que ya poseen.
  • Naomi Soteloцитуєторік
    zarandeado por los frecuentes vaivenes de la fortuna, había aprendido en medio de muchas y grandes dificultades el arte de la prudencia (la cual, cuando se adquiere así, no se pierde fácilmente).
  • Naomi Soteloцитуєторік
    No te extrañes en absoluto. Esta punición, en efecto, de los ladrones excede lo justo y no aprovecha a la sociedad. Es demasiado cruel para reparar los robos e insuficiente, sin embargo, para refrenarlos. Pues ni el simple robo es un delito tan grande que deba sancionarse con la pena capital ni hay pena tan grande que pueda disuadir de robar a quienes no posean otro medio para conseguir su sustento. A este respecto, tanto vosotros como buena parte del mundo parecéis imitar a los malos preceptores, más dispuestos a azotar a sus discípulos que a enseñarles. Se decretan severos y terribles castigos contra el ladrón, cuando sería mucho mejor proveer algún medio de vida para que nadie se viera en la cruel necesidad de robar primero y perecer en consecuencia después.
  • Naomi Soteloцитуєторік
    tampoco es verdad que vuestros artesanos urbanos o vuestros labradores rudos y agrestes den la impresión de temer excesivamente a los ociosos criados de los nobles, a excepción de los que adolecen de una constitución corporal inadecuada para las fatigas físicas o las hazañas, o los que tienen el ánimo abatido por la miseria de sus familias. No hay peligro, por tanto, de que esos que ahora enervan sus cuerpos sanos y robustos (pues los nobles sólo se dignan corromper a los selectos) en la ocio
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