A los ejércitos y a sus departamentos de prensa no les gusta fotografiar los daños colaterales que provocan las guerras.
No tiene que ver con el cuidado de los pobres civiles damnificados.
Tampoco con el buen gusto.
Se trata, simplemente, de esconder la basura debajo de la alfombra. La guerra solo quiere mostrarse, a los ojos de los que no han participado activamente en ella, como una franca contienda entre héroes. Una suerte de inocente torneo en el que a unos caballeros les toca ganar y a otros caballeros les toca perder la vida por su patria. Una fantasía que se encargan de alimentar todos los gobiernos y todos los ejércitos del mundo. La exhibición de su mierda no tendría ningún sentido, tanto esos gobiernos como esos ejércitos saben perfectamente que siempre habrá una próxima guerra y que, para esa próxima guerra, se volverán a necesitar hombres con deseos de convertirse en héroes.