estaba pensando en presentarme a algún certamen literario. Como excusa para no hacerlo decía que presentarse a premios era venderse y que los escritores de verdad no se venden. Que algunos autores decían que eso era prostituirse. Tú, con tu habitual pragmatismo, me hiciste aterrizar en la realidad. Nuestra realidad de barrio, de pobres, de mujeres y de inmigrantes. ¿De qué viven esos señores que se creen tan por encima de los demás?, me preguntabas, y yo me encogía de hombros. Vaya tontería, me da igual que lo diga el escritor más importante del mundo.