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Marion Gibson

  • Pabloцитує2 місяці тому
    La casa era un lugar de trabajo y una prisión
  • Pabloцитує2 місяці тому
    Los descubrimientos científicos de los siglos XVII y XVIII desmitificaron la vida, e incluso allí donde quedaban misterios que resolver lo que se esperaba eran explicaciones nuevas y más esclarecedoras.
  • Pabloцитує2 місяці тому
    La idea de que las brujas sustituían a Dios por Satán ya no se consideraba oficialmente creíble.
  • Lucas Molina Muneraцитує8 днів тому
    ¿A quiénes se acusaba de brujería? Se pensaba que la mayoría de las brujas eran mujeres. Aunque curanderos y chamanes podían ser de ambos sexos, en la medida en que la magia se asoció al mal, también tendió a quedar relacionada con las mujeres: todos los sacerdotes cristianos eran hombres. Muchos clérigos fueron buenos cristianos fieles a su evangelio de amor, pero otros se obsesionaron con imponer reglas a las mujeres: a su sexualidad, a su conducta y a su pensamiento. Había mujeres santas en la teología católica y María, la madre de Cristo, era una figura venerada —esos modelos de papeles femeninos se consideraban aceptables—, pero los clérigos seguían a vueltas con Eva, la primera mujer. Eva había vivido apaciblemente junto a Adán, su esposo, hasta que había sucumbido a la tentación de Satán y había comido del fruto que simbolizaba el conocimiento. Cayó en el pecado, convenció a Adán de seguirla y condenó así a todos sus descendientes si estos no llevaban vidas de arrepentimiento. Los clérigos educados en el mito de Eva —a menudo célibes como parte de su compromiso religioso— tendieron así a desconfiar de las mujeres como peligrosas rebeldes más que como herejes. Sus mentes eran claramente influenciables por las mentiras demoníacas, y lo que era aún peor, sus lenguas persuadían a los hombres de pecar, según tales clérigos. Así que, si un demonólogo buscaba siervos de Satán, debía empezar por ellas.

    Igual que Eva había sido corrompida por Satán, las mujeres del siglo XV se consideraban también predispuestas a sus sugestiones. Y no se trataba solo de tentaciones mentales, sino que se imaginaban apariciones físicas mediante las que el diablo ofrecía su ayuda práctica. En la década de 1480, los demonólogos pensaban que, si una mujer era pobre, Satán podía aparecérsele ofreciéndole dinero o bienes y llegar a enriquecerla. Si no le gustaba obedecer a los hombres, podía liberarla de ellos. Si buscaba compañía, el diablo podía visitarla en forma de amante o de mascota. Si buscaba venganza, podía aplastar a sus enemigos. Satán podía aparecerse bajo forma humana, animal o incluso como «espíritu familiar». Pero, si te ofrecía sus servicios, el precio era tu alma, tu vínculo con Dios y tu esperanza de un lugar en el cielo. Una vez que aceptabas ese pacto —entregar tu alma a cambio de su ayuda—, Satán te marcaba con alguna mancha o verruga que demostraba que le pertenecías. Y entonces te prestaba el poder que tú querías y te convertías en una bruja.
  • Lucas Molina Muneraцитує8 днів тому
    Una bruja podía hacer enfermar a la esposa de su enemigo, robar la leche de su vaca, dañar sus bienes, sus cosechas o su salud o incluso causar su muerte, explicaban los demonólogos. Y una vez que el trato estaba hecho, la bruja quedaba condenada. Se unía a la Iglesia de Satán, una gemela maligna opuesta al cristianismo. Sus congregaciones realizaban obscenos ritos en encuentros llamados sabbats, una palabra en la que resonaba el eco del nombre dado al día festivo cristiano. En dichos encuentros —a los que a veces se pensaba que acudían volando sobre animales o sobre palos de escoba—, las brujas adoraban al diablo y buscaban nuevas reclutas para que entregaran su alma a Satán. El diablo, para los demonólogos, no era solo un tentador o un facilitador del mal; su nueva ciencia concluía que se había convertido en el dios de las brujas, en un hacedor de prodigios acompañados de asesinato y caos. Su pensamiento binario invertido —Dios/diablo, devoto/hereje, cristiano/ bruja— originó juicios de bruja masivos. Después de todo, si las brujas eran totalmente malignas, enemigas de Dios y de la humanidad, la única respuesta posible era llevarlas a juicio, encarcelarlas y acabar con ellas. Cientos de brujas fueron juzgadas por Iglesias y Estados, ejecutadas, presas o exiliadas como enemigas de Dios y de la humanidad.
  • Lucas Molina Muneraцитує8 днів тому
    El archiduque Segismundo retiró su favor a Heinrich
  • Lucas Molina Muneraцитує8 днів тому
    El decreto de 1617 de Cristián IV hacía probable una oleada de juicios por brujería, pero John Cunningham se encargó de volverla certidumbre.
  • Lucas Molina Muneraцитує8 днів тому
    distintos tipos de nieve, y tanto su lengua como su cosmovisión resultaban difíciles de comprender para los colonos.
  • Lucas Molina Muneraцитує8 днів тому
    Por supuesto, esa era la teoría de los demonólogos, más que la realidad. Resultaba imposible demostrar que la magia causaba verdaderamente la enfermedad y la muerte; no se encontraban evidencias físicas de los sabbats satánicos y los testimonios verbales sobre ellos diferían ampliamente. Y, si no creemos que las personas acusadas de brujería realmente mataran a sus enemigos con maleficios o rindieran culto a una Iglesia satánica, ¿cómo explicamos su acusación? La misoginia desempeña ahí un papel crucial que subyace en el miedo, el odio y la discriminación de los acusadores. La mayoría de las acusadas de brujería eran mujeres pobres, algunas con inusuales creencias religiosas o con maneras resueltas que preocupaban a sus vecinos. Otras eran más ricas en comparación, pero, aun así, habían generado el rechazo de su comunidad. Unas eran mujeres mayores, viudas que vivían solas. Pero muchas eran mujeres más jóvenes con o sin hijos, algunas casadas y otras no, mujeres que trabajaban o mujeres que pedían limosna. A menudo eran mujeres cuya comunidad percibía como víctimas de daños, abusos o abandonos o que habían rechazado la caridad o algún empleo. Sus vecinos a veces las oían escupir palabras mordaces.
  • Lucas Molina Muneraцитує8 днів тому
    Entonces algo sucedía a alguien que había ofendido a la supuesta bruja: su vaca moría, alguno de sus hijos tenía visiones o su barco se hundía. La gente empezaba a pensar que una bruja había causado aquel perjuicio. Tal vez en realidad la acusada había intentado hacer magia. A menudo se trataba de personas sin demasiado poder dentro de sus sociedades, y la idea de que alguien carente de poder pudiera usar la magia ofrecía una esperanza —que, de hecho, estaba limitada por el género, el estatus económico o las diferencias de creencias y oportunidades—. Pero a veces no había evidencia convincente que hiciera sospechar que se había practicado magia en absoluto.

    En cualquier caso, cuando las acusadas eran arrestadas o arrastradas ante el cura o el juez, no era infrecuente que confesaran brujería o que, al menos, admitieran que creían en la magia. La acusada solía tener sus propias creencias populares acerca de las brujas y la magia que a menudo diferían de los temores de sus interrogadores. Ante sí misma, era mucho más probable que se imaginara realizando conjuros sanadores que maleficios, dijera que había tenido trato con espíritus imprecisos antes que con diablos y que inventara historias folklóricas sobre pactos con hadas o fantasmas en lugar de un culto satánico como tal. Pero, bajo presión, su historia probablemente acabaría aliándose con la de sus acusadores hasta el punto de hacer plausible su condena.3
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