En una fecha tan reciente como 1945, la mayoría de los fallecimientos se producían en el domicilio. Ya en la década de 1980, eso tan sólo ocurría en el 17% de los casos. Los que por algún motivo se morían en su casa fallecían de una forma demasiado repentina como para conseguir llegar al hospital –digamos de un infarto de miocardio masivo o un ictus muy grave, o debido a heridas violentas– o bien estaban demasiado aislados como para llegar a algún sitio donde pudieran ayudarles