Como flechas que se clavan en los corazones de los amantes, los poemas de Alex atraviesan el continente, de «un país triste a otro». Los flechazos, es decir los poemas, surgen a partir de un recuerdo de infancia, de un pase de factura al padre, de una anécdota cargada de sensualidad o de algún otro rincón más profundo, sólo alcanzable en la soledad de las noches de hotel. Además, en tanto latinoamericanos, los poemas (y el poeta) son inevitablemente políticos. Escritos con sudor y llanto, se nos quedan resonando en un eco que nos obliga a leerlos una y otra vez, para siempre.