Fuego la sed

Me gusta pensar que esas azucenas o margaritas que brotan de las manos son luciérnagas —no estigmas— para estos tiempos de incertidumbre y emergencia climática.

Me cuesta pensar en la escritura como un acto en solitario. No puedo aislarla —ni emocional ni físicamente— de mi día a día, de todo aquello que me conmueve y me pellizca, de esas instantáneas que tarde o temprano alumbrarán al poema.

no podrás desprenderte
de la culpa
pero quedará una semilla
en cada una de las yemas de tus dedos

un solo gorrión
podrá por qué no
enseñaros
otra forma de imaginar
el mundo siempre fue
así de pequeño
así de simple
el mundo es
solo un niño
buscando la sombra
de un peral

no llores
una flor
seguirá buscando
las condiciones
para prosperar
las cosas suceden
porque también creemos
en sus crines

ligar cada vida de un ser querido
a un árbol
frutal será el arraigo

cómo será sentir el amor
por primera vez

la flecha que nos hirió
la dejamos aquí
en el poema
podrá crecer otra plegaria
murmurar al río

alguien toca
suavemente a la puerta
del universo

por qué no sirve este lenguaje?
queremos escribir todas las historias
sin dejar ninguna
todas las historias
que se habrían contado
de haber podido