Pero dejando a cada uno obrar como mejor le parezca, negando a la sociedad el derecho de castigar, fuere lo que fuere y de la manera que sea, por cualquier acto antisocial que haya cometido, no renunciamos a nuestra facultad de amar lo que nos parezca bueno, y de odiar lo que nos parezca malo. Amar y odiar, pues solo los que saben odiar saben amar