«En Iban a la muerte como a una fiesta, el padre Plácido María Gil Imirizaldu nos narra --como testigo privilegiado que fue-— uno de los episodios más sobrecogedores de aquella Guerra Civil en la que se desataron todos los demonios: el martirio de los monjes benedictinos de El Pueyo, que corrieron --en aquel Barbastro tomado por las milicias anarquistas-— la misma suerte que escolapios y claretianos, así como otros muchos sacerdotes diocesanos del lugar, con su obispo al frente.
Quien busque en estas páginas una exposición truculenta de aquellas jornadas se llevará, sin duda, un gran chasco; porque las brutalidades y sevicias que sufrieron quienes pronto serían martirizados, al igual que los desmanes de sus asesinos, no importan tanto a su autor como la exaltación de las virtudes de aquellos monjes que, en la hora de la tribulación más desgarradora, fortalecidos por la oración y los sacramentos, dieron ejemplo de piedad, acudiendo a la muerte con serenidad, y hasta con júbilo: la serenidad y el júbilo que brinda la certeza de acceder a una existencia plena, como ciudadanos del cielo, en amorosa contemplación del misterio divino». (Juan Manuel de Prada)