Desde ese día ya no le tuve miedo a Raúl. Nos hicimos amigos, decía él. Y entonces pensé que había llegado el tiempo en que todo iba a estar bien. Pero nací podrida por dentro, desde antes de nacer ya estaba agusanada. A mí me fue gustando quedarme sola con Raúl y que me hiciera reír y que me contara sus cosas. Le hacía de comer y él, a escondidas, me regalaba que un dulcecito, una florecita, una paleta de esas que vendían en la plaza, nomás que la Fany no se entere, nosotros namás somos amigos, pero ella se pone loca por todo. Él siempre dijo que éramos amigos, fui yo la que echó a perder todo.