Lilya, Rita, Ira, Igor y Roma vinieron a verme ayer, no son asesinos, pero hicieron añicos la grabadora en la que registraba sus voces, intentaron estrangularme, como si se pudiera estrangular a un cadáver, pero solo consiguieron de mí mi infecta saliva, rompieron la grabadora que guardaba sus conversaciones sobre las pollas, historias graciosas y repugnantes, pero da igual, porque no es difícil inventarse cosas sobre las pollas.
El motivo y la causa de mi enfermedad fue mi polla.
Otra vez esta mierda, otra vez los asesinos detrás de mi puerta.
A los asesinos es fácil reconocerlos por el brillo de sus ojos, por las venas marcadas de sus manos, por sus cabezas de un rojo encendido.
Asesino es aquel que espera bajo la ventana con una máscara de cerdo y el brillo en sus ojos.
Yo también soy un asesino, quiero acostarme con todos los que no lo saben.