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Daphne du Maurier

El chivo expiatorio

  • Eliuth Bransonцитуєторік
    La muerte era un verdugo, segaba flores antes de que se abrieran. El Cielo contaba con flores de sobra, pero el suelo no.
  • Eliuth Bransonцитуєторік
    Yo carecía de semejante pretexto; había seguido sus pasos por no descubrirme, por perder la identidad
  • Eliuth Bransonцитуєторік
    Si esta, la muerta, era la auténtica y la otra era falsa, la vida no había conseguido nada de provecho: había sido una pérdida de tiempo.
  • Eliuth Bransonцитуєторік
    Y unos minutos más tarde, como siempre después de una tragedia, la inútil recapitulación de acontecimientos para ver de qué forma se podía haber evitado.
  • Eliuth Bransonцитуєторік
    Al cabo de un rato la llamé y ella vino inmediatamente de la otra habitación, en bata y zapatillas, y se agachó y me dio un beso con la tranquila despreocupación de quien manda en su vida y no tiene pesares en el corazón ni en la cabeza.
  • Eliuth Bransonцитуєторік
    El yo que conocía fracasó. La única forma de evitar la responsabilidad del fracaso era convertirse en otra persona. Que otra personalidad se hiciera cargo de todo.
  • Eliuth Bransonцитуєторік
    –Renée –dije–, po‍­dría en‍­trar al‍­guien…

    La ex‍­cu‍­sa débil y vana de cual‍­quier aman‍­te co‍­bar‍­de que no sien‍­te un deseo inapla‍­za‍­ble.
  • Eliuth Bransonцитуєторік
    Porque ¿qué pretendía? Anoche, compensar. Por la mañana, divertirme. No eran dos cosas forzosamente incompatibles
  • Eliuth Bransonцитуєторік
    No había derecho a jugar así con la vida de la gente. No estaba bien interferir en las emociones de nadie. Una palabra, una mirada, una sonrisa, un ceño fruncido… afectaban a otro ser humano, producían una respuesta o un rechazo, y se entretejía una red sin principio ni fin que se extendía hacia fuera y también hacia dentro, uniéndose, enredándose, y así, la lucha de uno dependía de la lucha del otro.
  • Eliuth Bransonцитуєторік
    No me pasa nada –le dije–. Simplemente, como persona, he fracasado en la vida.

    –Igual que todo el mundo –replicó él–, usted, yo, todos los que están aquí ahora, en el bar de la estación. El secreto de la vida es reconocerlo cuanto antes y reconciliarse con la idea. A partir de ese momento ya da igual.
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