Tablero de damas

rostro en el agua, un jirón desgarrado de su túnica. (Pausa.)

MATILDE.— (Sin escucharlas.) ¿Y dónde está la poesía? Lo más que nos es dado ver a quienes la amamos es su sombra, el reflejo de un

Tú piensas que es generosidad lo que te arroja a mí...

AURORA.— No...

MATILDE.— Que es admiración, que es cualquier cosa elevada y noble. Pero yo te digo que es miedo, miedo de tu destino, miedo de no tener en los hombros bastante fuerza para soportar su peso, miedo de traicionarlo. Y te adelantas a la traición traicionando.

Las palabras mejores para uno son siempre las propias.

Y aunque quisiera crispar las manos sobre lo que amaba, mis manos se abrían y dejaban escapar su presa.

Es el infierno. Rondar en torno de un dios inconmovible. Y este odio que yo siento por ti es el odio de los condenados.

Tú piensas que es generosidad lo que te arroja a mí...
AURORA.— No...
MATILDE.— Que es admiración, que es cualquier cosa elevada y noble. Pero yo te digo que es miedo, miedo de tu destino, miedo de no tener en los hombros bastante fuerza para soportar su peso, miedo de traicionarlo. Y te adelantas a la traición traicionando

Hubiera sido horrible. Hacer algo perfecto en su género y que no lo conociera nadie.
EUNICE.— El orgullo de la obra. Poetisa hasta el fin, Victoria

Serías una escritora mediocre, pero una mala esposa y una peor madre.

Cada renunciación te fortalece, cada fidelidad te confirma. Día por día, minuto a minuto pasa el tiempo y va el agua a la piedra.