No imaginé que su vida acabaría sin que me viera ni siquiera de lejos en esta nueva apariencia visiblemente trans, que no notaría el cambio en mi sonrisa, el brillo en mis ojos, ni que no se daría cuenta de que mi seguridad y estima habían sanado siendo ahora Frida, su hija. La hija que, al fin, pudo habitarse por completo a sí misma.