La enfermedad no es una crueldad en sí misma
ni mucho menos un castigo,
sino única y exclusivamente un correctivo,
un instrumento del que se sirve nuestra alma
para indicarnos nuestros errores,
para impedir que cometamos otros aún más graves,
para evitar que provoquemos sombras
y para devolvernos a la senda de la verdad y la luz,
de la que nunca deberíamos habernos alejado.
(E. BACH)