Sí, sí, sé muy bien lo que digo. Puede ser algo sin importancia, trivial, que se supone que tiene que ver con el caso, pero ahí está. Cada uno de ustedes tiene algo que esconder. Confiésenlo, ¿tengo o no tengo razón?
Su mirada, cargada de acusación y de reto, dio la vuelta a la mesa y todas las miradas se rindieron ante la suya, incluso la mía.
—Ya me han contestado —dijo Poirot con una risita extraña. —Se levantó—. Les hago un llamamiento. ¡Díganme la verdad, toda la verdad! —Hubo un silencio—. ¿Nadie quiere hablar? —Volvió a reír—. C'est dommage.
Y salió del comedor.