El día que aprendí que no sé amar

La cita tiene un tufo de agencia matrimonial porque eso era.

la vasta mayoría de la gente vive y sufre el Amor Romántico, que este es casi por completo incompatible con el feminismo y con la idea de intimidad y de honestidad.

No está de más repetir que el Amor Romántico S.A. de C.V. solo nos permite unirnos desde la fantasía, y es siempre una barrera para conocer al otrx.

Un primer impulso que he sentido en situaciones así es volcar todo mi cariño para rodear esa corteza, con la esperanza de que mi amor la rompa. Esto, por supuesto, es una trampa más del amor romántico. Si conocemos las estructuras que determinan muchos de nuestros comportamientos, podemos pensarlos desde otros ángulos, hacernos también responsables de no volcar todo hacia allá.

En el amor, las mujeres se abandonan y los hombres se mantienen soberanos. Muchos de ellos no pueden con la noción de perder un ápice de ese dominio sobre sí mismos (y ultimadamente sobre nosotras) y, abrazando bien fuerte ese mazapán que es la masculinidad, se repliegan y exigen no amar nunca en plenitud.

Un esposo precarizado, discriminado, aplastado por el mundo, que llega a humillar a su esposa es a la vez víctima y victimario, y abona a continuar el ciclo.

la vulnerabilidad, que es, para mí, la única forma de relacionarnos que vale la pena. Nos arriesga, sí, y nos hace estar cerca del abismo, pero también nos permite crear lazos profundos y significativos.

El amor duele y siempre ha dolido, el papel que le damos a ese dolor y lo que hacemos con él es lo que cambia. Para mí es un absurdo plantear la desaparición del dolor en las relaciones sexo-afectivas. Lo que podemos pensar diferente es qué dolor es bueno y permite construir y qué dolor se vuelve sufrimiento y es más bien parte del camino cristiano de madrazos para llegar al paraíso. El segundo es violento, el primero generador.

No podemos ser coherentes todo el tiempo, y yo diría que tampoco deberíamos. No somos máquinas de la razón, somos también cuerpo y sensibilidad. Somos errores y llanto.

Quizás la clave es asumir que no estoy obligada a controlar todo, porque todo está, por definición, fuera de control. No estoy obligada a la coherencia total: eso no existe. Esto no quiere decir que quiera correr como hiena desbocada en todas direcciones, ni mucho menos es una invitación a no tomar en consideración al otrx. Es solo un llamado a la paciencia, a la empatía y a no perder de vista las opresiones que nos rodean y las que nosotras mismas ejercemos. También es importante entender el trauma en nuestras historias personales y las de lxs demás. Ese es el primer paso para construir una ética personal del amor que nos permita relacionarnos sin ser cuchillos para el otrx y para nosotras mismas.