CRITICODÉMICO: Sé cómo huele. Sé que tiene una pequita en el cuello que solo se le ve cuando se recoge el pelo. Que tiene el labio superior un poco más grueso que el inferior. Sé cómo se le curva la muñeca cuando sostiene un bolígrafo. Está mal, sé que está fatal, pero conozco perfectamente su figura. Me voy a dormir pensando en ello y luego me despierto, voy al trabajo y me la encuentro allí, y es imposible. Le digo cosas con las que sé que coincidirá, solo para que me responda con un murmullo de asentimiento. Y es como si notara un chorro de agua caliente recorriéndome la puta columna. Está casada. Es brillante. Se fía de mí y lo único que quiero hacer yo es llevármela al despacho, quitarle la ropa y hacerle cosas indecentes. Y quiero decírselo. Quiero decirle que desprende luz, que me deslumbra de tal manera que a veces soy incapaz de concentrarme. A veces olvido por qué he entrado en un sitio. No doy pie con bola. Quiero empotrarla contra la pared y que responda con las mismas ganas. Quiero retroceder en el tiempo hasta el día en el que conocí al gilipollas de su marido y darle una hostia y luego volver al futuro y zurrarle de nuevo. Quiero comprarle flores, comida y libros. Quiero cogerla de la mano y meterla en mi habitación. Ella es todo lo que siempre he soñado y me muero por inyectármela en vena y a la vez no volver a verla. Es única y esto que siento por ella es intolerable, joder. Durante el tiempo que me he pasado sin verla, mis sentimientos han permanecido medio adormecidos, pero ahora ha vuelto y mi cuerpo actúa como si fuera un puto adolescente y no sé qué hacer. No tengo ni idea. No hay nada que pueda hacer, así que… no haré nada.