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Lina Meruane

Contra los hijos (Spanish Edition)

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  • Yamilet Bautistaцитує4 роки тому
    No defiendo la eliminación de ninguna vida —aunque sí estoy a favor de todas las formas imaginables de anticoncepción que no pongan en riesgo la salud de las mujeres—. Y estoy en contra de la violencia que sufren tantos niños y niñas hoy. No estoy en contra de la niñez
  • Yamilet Bautistaцитує4 роки тому
    Es una escena que no ha escaseado en novelas protagonizadas por mujeres que escriben, sobre todo en libros por narradoras-con-hijos. Evoco, por ejemplo, la devastadora escena de Los vigilantes. En ella Diamela Eltit presenta a una mujer que envía sucesivas cartas de petición al marido que la abandonó en un estado económico imposible mientras su hijo-tonto corretea alrededor, lanza objetos, gime y le babea las piernas boicoteando su esfuerzo
  • Yamilet Bautistaцитує4 роки тому
    Las letradas-sin-hijos que sucedieron a estas monjas se encerraron también: en vez del convento eligieron la sala de costura. A punta de plumazo, y luego a lapicera, abrieron el canon la cómica Jane Austen, la borrascosa Emily Brontë, la insondable Emily Dickinson, la cursilona Louisa May Alcott (infaltable fue su odiosa Mujercitas en nuestras listas de lectura), la irónica pero también dramática Edith Wharton, la tremenda Katherine Mansfield y la Dottie o Dorothy Parker, mujer que
  • Yamilet Bautistaцитує4 роки тому
    Nadie parecía sentir que una bomba había estallado en sus vidas, y esto me hizo sentir muy, muy sola. Ignorada incluso
  • Yamilet Bautistaцитує4 роки тому
    reclamaba ante la situación deficitaria de las mujeres-madre abandonadas por sus compañeros (¡una tradición ya milenaria!) y llamaba a las madres y demás féminas a despertar —es esa la palabra que les lanza, réveille-toi!— para exigir, de una buena vez, usando los imperativos racionalistas, todo lo que la Revolución les debía
  • Ana Saenzцитує4 місяці тому
    Más lento y prolongado ha sido, en cambio, el recorrido que señaliza la inversión de la relación jerárquica dentro del hogar: antes eran el padre y la madre quienes detentaban el poder, ahora son los hijos quienes mandan, exigiendo, como nunca, sumisión e incondicionalidad absoluta de sus padres. Si se los deja hacer (y se los está dejando con las admoniciones de la sociedad), se volverán ellos, estos hijos, nuestros adversarios: nuestros acusadores, nuestros desalmados delatores, nuestros jueces y carceleros; nuestros patrones-en-miniatura y nuestros clientes exigiendo de nosotros inmediata satisfacción de sus deseos. Serán ellos quienes nos consuman.
  • Ana Saenzцитує4 місяці тому
    Porque el mencionado no se toca a los hijos (Jeftanovic dixit) tiene más implicaciones que las pedófilas o del maltrato: incluye la desaparición de la norma, la extinción del necesario no, el funeral de las sanciones, la ausencia de toda noción de límites a las crecientes demandas de los hijos.
  • Ana Saenzцитує4 місяці тому
    A esa pareja se le suman deberes y se le quitan derechos, se los reduce a poco más que servidores cada vez más dominados por sus hijos, que de adultos-en-miniatura pasaron a ser hijos-mimados y luego hijos-caprichosos y cada vez menos responsables de lo suyo. Hijos dispuestos a avergonzar a sus padres con rabietas públicas, hijos e hijas que ya adolescentes empiezan a volverse maltratadores.
  • Ana Saenzцитує4 місяці тому
    Ahora que la familia de las democracias capitalistas se entiende como proyecto, el hijo se ha convertido en su realización. Y se ha visto como misión moral de la familia —misión socialmente inmoral, hay que señalarlo— otorgarles a los hijos todo lo que necesitan para su éxito futuro, y así todas las responsabilidades de los menores fueron asumidas, sus frustraciones sufridas, sus deseos atendidos, sus faltas expiadas por sus progenitores.
  • Ana Saenzцитує4 місяці тому
    Lo que estaba ocurriendo bajo las narices de hombres y mujeres era una silenciosa revolución —o, si prefieren, un cambio de paradigma— en el que los hijos fueron dejando de ser serviciales empleados en el proyecto familiar para volverse personas necesitadas de protección y de servicios. Desde los más pequeños hasta los más grandes, los hijos pasaron a ser objeto de una atención desmesurada, seres sagrados dentro del orden social («a los que se mima pero no se toca»,
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