Solo un poco aquí

En un inglés que la hará sentirse siempre inexacta y dudosa, le explicará a su amante que la deslumbran las aves viajeras porque, en su ondulación que desmorona la línea entre cielo y tierra, vuelven morada breve cada nicho del mundo mientras que sus alas insisten en que nada se habita de forma definitiva.

anunciando esa hora extraña en que los humanos quieren más noche, pero el cosmos se la niega.

Aunque sabe que sería imposible, a veces llega a desear volverse como ella.No aferrarse a tantas cosas. Atravesar la tierra sin esa manera humana de doler. Tener otra comprensión de los abandonos.

Es trabajo alzarse sobre el vaivén de montes que cada vez trepan más alto. Quién sabe cómo encuentra el ánimo para subir las espinas dorsales de una tierra que se pliega, se sume, se arquea y se congrega. Sobrevolar ríos enormes que espejean en valles lejanos. Avistar arroyos que desafían el ascenso de las cumbres. Surcar parches de nubes que gravitan hacia las laderas y se enzarzan en las ramas para sacrificarse a ellas. Aspirar un aire que se aligera y pone a bregar al corazón más de la cuenta.

Ella no quiere rascacielos; lo que quiere es bosque. Pero debe de estar exhausta y, esta vez, a pesar de la sabiduría de sus fibras, no parece saber cómo encontrarlo. Tampoco las demás. Hechizadas por la luz, todas vuelan en remolino alrededor de la punta filuda del edificio que las atrae y las ignora, que ostenta su victoria eléctrica y les dispara luz y voluntad de acero y de vidrio, de cables y de dueños