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John Fante

Sueños de Bunker Hill

  • Brashanцитує7 років тому
    En fin, yo había encontrado ya mi camino y nada podía detenerme.
  • roj_marceloцитує3 роки тому
    Me senté a la mesa llorando. No quería limosnas. Quería deslumbrar con mi escritura, redondear frases elegantes y encontrar joyas emocionales
  • Añita Piñaцитує4 роки тому
    El drama estaba claro. El duque no podía ganar en aquel ring. Podría castigar todo lo que quisiera, porque era el diablo, pero Ricardo Corazón de León, bendecido por la pureza, terminaría venciendo. Era lo que quería ver el público y por lo que pagaba.
  • Añita Piñaцитує4 роки тому
    Al volver encendía la estufa de leña y me sentaba al calor a leer a Dostoievski, a Flaubert, a Dickens y a todos aquellos famosos. No me faltaba nada. Mi vida era una oración, una acción de gracias. Mi soledad era un enriquecimiento. Me encontraba soportable, tolerable, incluso bueno. A veces me preguntaba qué había pasado con el escritor que había llegado allí. ¿Había escrito algo y luego me había ido? Acaricié la máquina de escribir y miré pensativo las teclas. Era otra vida. Nunca había estado allí. Nunca me iría.
  • Añita Piñaцитує4 роки тому
    Las noches eran maravillosas. Me tiraba en el camastro y palpaba el alejamiento del recuerdo de Velda van der Zee. Al cabo de unos días se había desvanecido. Escuchaba el rumor del mar y mi corazón se recuperaba.
  • Añita Piñaцитує4 роки тому
    El recuerdo de Jennifer Lovelace casi me partía el corazón. Conocer a aquellas pocas personas había sido como conocer a miles. Fui a Bunker Hill y aparqué delante de la pensión, pero no me atreví a entrar. De repente tuve una fantasía, una hermosa fantasía para una novela. Era sobre Helen Brownell y yo. La saboreé, me envolví en ella. De repente desapareció la autocompasión. Todavía quedaba vida, había una máquina de escribir y papel, y ojos para verlos, e ideas para mantenerlos vivos. Estaba en el coche, en lo alto de Bunker Hill, bajo la lluvia, sumergido en la fantasía, y sabía lo que tenía que hacer. Iría a Terminal Island, buscaría una cabaña de pescadores en la playa y me quedaría allí a escribir una novela sobre Helen Brownell y yo. Pasaría meses en aquella cabaña, amontonando páginas, fumando en pipa de espuma de mar, siendo otra vez un escritor para el mundo.
  • Añita Piñaцитує4 роки тому
    Yo la escuchaba con silenciosa impaciencia, tramando formas de huir, de salir corriendo, de subir al coche y volver a la realidad de Bunker Hill, de gritar, de brincar y gritar, de suplicarle que se callara, hasta que me di por vencido y, herido de muerte, me hundí en el sillón que una vez había sostenido el culo de Louis B.
  • Añita Piñaцитує4 роки тому
    Desde luego que era una guarida. Cada palmo de pared estaba atiborrado de fotos dedicadas de estrellas de cine. La gente guapa. Atractivísimos, con sonrisa optimista, dentadura relampagueante, manos delicadas y cutis envidiable. Pero también era una habitación triste, una especie de mausoleo, una exposición de los vivos y los muertos. Velda los miraba con veneración.
  • Añita Piñaцитує4 роки тому
    Las palabras salían a borbotones de sus incontenibles labios. No cabía la menor duda: estaba chalada. Vivía en un mundo de nombres, no de cuerpos ni de seres humanos, sino de nombres famosos. Nada de lo que decía era cierto. Se lo inventaba mientras le daba al pico. Era embustera, una embustera simpática, con la cabeza llena de anécdotas absurdas.
    Me llevó a su coche, un Bentley de color bronce.

    Me gusta que hay un contraste entre la conciencia que él tiene de su cuerpo y de sus emociones y la fama, lo artificial, las construcciones sociales... creo.

  • Añita Piñaцитує4 роки тому
    Y dime, ¿te gusta Hollywood?
    —Unas veces sí y otras no —dije.
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