La elocuencia de la sardina

Donde observamos que, bajo la superficie del mar, el color y los aromas son un lenguaje.

Bajamos de los árboles, pero en realidad nunca conquistamos el mar. En el agua, todos los peces os lo dirán, no lo vemos todo. Porque no basta con ver.

Era una sensación extraña, a medio camino entre un movimiento hacia la conquista de un nuevo universo y un retorno al estado primigenio, hacia remotos orígenes, cuando el hombre aún no disponía del uso de la palabra.

Donde descubrimos que los subtítulos del océano mudo se leen en mundos invisibles.

Un predador imaginario, un ser de mayor tamaño que nosotros y que podría perseguirnos, hace que experimentemos de nuevo la sensación del lugar que hemos perdido en la cadena alimentaria y los ciclos de la naturaleza. Como nos faltan los monstruos marinos, nos los inventamos.

Esa anguila ha esperado durante más de un siglo; ¿le ha tomado el gusto a la eternidad o solo ha sobrevivido con la esperanza de cumplir su destino algún día?

Entonces, el instinto natural nos impulsa a limitar las extracciones, a preservar los recursos, a guardar el secreto de la zona de pesca, a fin de poder regresar a ella y aprovecharla indefinidamente. Al contrario que la tienda, que nos empuja a comprar más, la naturaleza nos incita a ponernos límites. La conciencia del lugar que nos corresponde en el ecosistema, del papel que desempeñamos en él, nos conduce a preservarlo.

En la ciudad, el vínculo entre el humano y el alimento que engulle se ha roto.

Habían descubierto un nuevo continente, pero sobre todo una increíble zona de pesca del preciado pez, cuyo secreto guardaron; solo un puñado de mapas de la época la mencionan. Una buena zona pesquera no se comparte.

No obstante, los huevos tardan tanto en eclosionar, y la hembra está tan entregada a la tarea de protegerlos, que, al no haberse alimentado desde la puesta, muere de agotamiento justo antes de su eclosión. No habrá tenido ocasión de dialogar con su progenie, ni de transmitir su saber a la nueva generación. En consecuencia, un joven pulpo debe descubrirlo todo por sí mismo.