Sí. El rey y la reina pueden no ser mis padres, pero Rhy es mi hermano. Moriría por él. Mataría por él. Ya lo he hecho.
—¿Ah, sí? —pregunt
oriцитуєторік
Rhy? —Kell se pasó la mano por el pelo—. Él es… encantador y malcriado, generoso y caprichoso y hedonista. Podría ponerse a coquetear con una silla con lindo tapizado, y nunca se toma nada en serio.
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(no la había detenido, había aprendido hacía mucho que era inútil intentarlo y había resuelto ser un ancla hacía mucho, ahí listo para cuando ella regresara, lo que invariablemente hacía).
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—No voy a morir —afirmó ella—. No hasta haberlo visto.
—¿Haber visto qué?
Su sonrisa se amplió.
—Todo.
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—¿Qué estás haciendo? —preguntó él.
—Me parece lo correcto, de alguna manera —respondió ella—. Tú me diste algo tuyo. Yo te doy algo mío. Ahora estamos conectados.
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Nunca conocí a nadie como tú.
No lo había querido decir como un halago, pero Lila lo tomó así y le lanzó una sonrisa.
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—¡Lo hice! —exclamó Rhy.
—¡La agitaste! —dijo Kell.
—¡No me atrevería!
—Inténtalo de nuevo.
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Gris para la ciudad sin magia.
Rojo para el imperio próspero.
Blanco para el mundo hambriento.
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—Mil ocho diecinueve
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Quién está ahí? —vociferó, sin darse vuelta—. ¿Ladrones?, ¿fantasmas?
—No creo que los fantasmas fueran a responder, Su Majestad —dijo Kell, anunciándose.