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Ignacio Padilla

La vida íntima de los encendedores

  • Ruben Pinedaцитує4 роки тому
    Atribuir vida a los objetos sería entonces un necesario recurso defensivo, una más de las muchas herramientas con las que la imaginación nos permite lidiar con dos extremos de la realidad, antagónicos aunque parejamente aterradores: lo inexplicable y lo excesivamente razonable.
  • Ruben Pinedaцитує4 роки тому
    Evasión, juego o ambas cosas a la vez, el animismo contemporáneo nos devuelve a un pesadillesco País de las Maravillas donde los objetos se dicen nuestros amigos exigiéndonos que los comamos, los bebamos o los compremos.
  • Ruben Pinedaцитує4 роки тому
    Hallar vida en un objeto inanimado es más que una indulgente contravención a los mandatos de la lógica: es la expresión espontánea y necesaria del pasmo que produce la consciencia de nuestra propia finitud, nuestra pírrica rebelión contra el hecho ineluctable de que también nosotros terminaremos por ser cadáveres, pura materia inanimada.
  • Ruben Pinedaцитує4 роки тому
    Cuando de animar las cosas se trata, los hombres preferimos hacerlo con dioses a nuestra imagen y semejanza, pero siempre con la convicción de que esos dioses, de una forma u otra, deben estar locos.
  • Ruben Pinedaцитує4 роки тому
    los calcetines perdidos, sentenció alguno de los presentes, se transforman en perchas para ropa.
  • Ruben Pinedaцитує4 роки тому
    Jugamos a creer que las cosas están vivas para no reconocer que la vitalidad que les insuflamos no las hace más benévolas para la convivencia ni la supervivencia de nuestra especie.
  • Ruben Pinedaцитує4 роки тому
    Preferir el misterio o entregarse al pensamiento mágico siguen siendo nuestro salvoconducto para lidiar con dos verdades innegables: primero, que este mundo es todavía incomprensible y, segundo, que conviene a nuestro bienestar que siga siéndolo.
  • Ruben Pinedaцитує4 роки тому
    sujeto que roba compulsivamente encendedores es de alguna forma controlado por el objeto.
  • Ruben Pinedaцитує4 роки тому
    la errancia de los encendedores se debe a una suerte de patología: una cleptomanía inocua aunque pandémica bautizada con el sugerente nombre de latrocinio pirómano.
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