El cielo de los animales

Hay lágrimas en su voz, pero no llora

–No puedes escapar de lo que ocurrió yéndote de esta casa –dice, dándome la espalda–. De lo único que escaparás, si te vas, es de mí.

Ese invierno –dijo Jack– en la casa de Florida. Se oían muchos ruidos en el techo. ¿Te acuerdas?
–Tú no podías dormir –dijo Dan–. Creías que eran monstruos.
–¿Recuerdas lo que me dijiste –dijo Jack– para hacerme dormir?
–No lo recuerdo –dijo Dan. Sí que lo recordaba, pero quería escuchar a su hijo diciéndolo.
–Son ángeles –dijo Jack–. Hay ángeles en el ático.
Lo había dicho para tranquilizarlo. Era un invento, como la idea del cielo de los animales, un consuelo para poder superar la muerte del perro de la familia.

El cuerpo no sabe guardar secretos

Eres tan duro con la gente –dijo Lorrie–. Un día tu hermano ya no estará y vas a lamentar cada palabra.

La habitación olía a menta e incienso.

Eso, ese momento mismo era la culminación de todo lo que ese año había conspirado en su contra. Todo volvía a la superficie, como cada día, esta vez en forma de equipaje perdido.

no mire hacia otro lado o él desaparecerá. El mundo está aquí sólo si usted lo mira, sólo si usted mantiene los ojos abiertos.

Maravíllese al ver cómo estas tres cosas –el nacimiento, la muerte y, en medio, la unión– caben en una caja de metal poco profunda.

Desde una perspectiva evolucionista –prosigue Lisa–, los animales espontáneamente se van para no destruir lo que tienen.