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Книжки
Irene Solà

Los diques

  • gonzalo ortegaцитує7 місяців тому
    Nàdia lanza a Dídac por el aire y Quim lo recoge y el niño se ríe como loco. Primero lo sostienen unas manos firmes y el agua está fría. Después lo catapultan por el aire, arriba, arriba, hacia el cielo, que es azul como la emoción y la felicidad, hacia el sol, que quema amarillísimo, como el espanto. Y entonces vuelve a bajar, de repente, parece que tiraran de él con una cuerda, y lo agarran otras manos y se salpica.
  • Valeria Villalobosцитує9 місяців тому
    Y este es el tipo de la historia subiéndose al barco por la tarde
  • Valeria Villalobosцитує9 місяців тому
    rosal daba unas rosas claras y desgreñadas, tan llenas de pétalos que parecían una herida de bala.
  • Valeria Villalobosцитує9 місяців тому
    No es que seáis vosotros –dice Ada entonces–, son historias sobre vosotros. Materia prima. Una vez robada la anécdota, deja de ser vuestra, deja de tener que ver con vosotros. –
  • Valeria Villalobosцитує9 місяців тому
    –Quiero escribir escenas, o cuentos, o lo que sea, sobre momentos o situaciones en las que yo no haya estado. Escribirlas a partir de lo que me contaron o de lo que me imagino –dice Ada.
  • Ahora todo en dedansцитує2 роки тому
    Siempre que Marta conduce así, concentrada y en silencio, Ballador padre piensa que qué quieren que les diga, si está contento, e incluso relajado, y orgulloso, de que le hayan salido dos hijos como él; que aman un poco lo que él ama y defienden un poco lo que él siempre ha defendido. ¡En su regazo, esta ratoncita, a la que le gustan los tractores y los arados! Vicenç Ballador padre tiene en casa dos mozos ciegos como dos topos, ciegos como una tabla de planchar, contentos de conducir un tractor o de tocar la batería, con una sensibilidad que se alimenta solamente de cosas tranquilas y cotidianas. Viva. Dos cachorros, tiene, que no se meten a mirar dentro de las personas, ni debajo de las piedras, ni saben nada de las desgracias de los demás a menos que lo afecten a uno.

    Habría que hacer una fiesta, piensa el hombre. Habría que tirar la casa por la ventana y bailar toda la noche y quemar toda la paja si, como a Ballador padre, a uno le salen dos polluelos mundanos y mediocres y felices como la mala hierba.
  • Ahora todo en dedansцитує2 роки тому
    Marta dirá que quiere ser granjera casi hasta los quince años, por sentido de la lealtad hacia su padre y la granja, que es su proyecto de vida. Por un amor absoluto y una defensa desaforada de esos caminos, y esos campos, y aquellas granjas y aquellos granjeros. En algún momento, sin embargo, cambiará el campo por la veterinaria, y su madre entenderá que así va a ser más feliz.
  • Ahora todo en dedansцитує2 роки тому
    Las niñas también pueden ser granjeras, ¿no, papá? –dice Marta, concentrada en mantener el timón firme y en línea recta e infinita a través del campo que tienen por delante.

    –Por supuesto que sí.

    –Joan Martínez de mi clase dice que no.

    –Joan Martínez de tu clase no sabe nada.
  • Ahora todo en dedansцитує2 роки тому
    Después de haber empolvado a los ciclistas, Vicenç Ballador padre le hizo prometer a Marta que no le iba a decir a su madre que la había dejado hacer ese gesto. Marta no diría nada, pero seguro que Mercè se iba a dar cuenta. Y si lo sabía, seguro que, de hecho, lo secundaría. Ciclistas, invasores dominicales que pensaban que esa carretera era suya. Ciclistas, con su intolerancia, su desprecio por los que tenían que hacer su trabajo, por aquellos que de hecho pagaban los impuestos de esa carretera, ciclistas que nunca se apartaban, que no te dejaban adelantarlos aunque les tocaras el claxon, aunque les hicieras señales por la ventanilla, aunque bajaras del tractor y te arrodillaras; su condescendencia ciclista, su certeza egoísta de encarnar el núcleo y la razón de ser de ese paisaje, encendía a Vicenç Ballador hasta la insurrección. Y a Marta también.
  • Ahora todo en dedansцитує2 роки тому
    Los jubilados, sin embargo, sí que le despertaban un respeto. Los jubilados que se levantaban temprano y se arremangaban la camisa y los pantalones. Los señores que se ataban una camiseta en la frente, las señoras que se agarraban a un bastón largo como una vara y lo clavaban en el suelo a cada paso.
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