Antonieta (1900–1931)

Antonieta tenía una cualidad que era al mismo tiempo un defecto: se entregaba con excepcional generosidad a las causas ajenas y a sus protagonistas.

En las caderas de un golfo, se desenreda un danzón…

No está bien que un hombre y una mujer, cuando ya no se quieren, sigan viviendo juntos. La unión de los cuerpos debe ser la de las almas, y la mía no va a ti.”

En todo caso —decía Antonieta—, si he de conocer el amor, sólo podrá ser como un rapto: un amor total e irrefrenable.

mientras él se empeñaba en levantar ángeles, sus seres más queridos se despeñaban como demonios.

Tú sabes ser feliz, gozas de las cosas buenas que la vida te ofrece sin inquietarte por lo imposible”.

Antes bien, se privó a sí misma de la risa, que lo es todo.

aventuré que la superioridad de la literatura sobre el psicoanálisis se debía a la ambición de escribir lo que es imposible atestiguar.

Y si nuestra alma valió algo es porque ardió

más fuertemente que otras

Acababa de rozar sus límites, pero, sobre el tedio, sobre la mediocridad, sobre el interés y la muerte en vida a la que se condenan los timoratos, Antonieta prefería el riesgo del incendio, fuera su costo el que fuera. De sus infiernos resurgía purificada, con las fuerzas amplificadas de los iluminados